Esta semana he descubierto varias cosas al correr bajo la inevitable lluvia que nos acompaña desde hace días.
Y son gestos, apenas imperceptibles unos, y desoladores otros.
Corro porque deseo huir de la rutina, de mis pensamientos limitadores; corro porque me gusta sentirme libre, para escapar de lo establecido.
Y lo hago porque llena mis depósitos de combustible. Me pone las pilas, y me permite ver la vida de otra forma.
Y lo que he descubierto estos días es que cuando truena, solo unos pocos locos salimos a correr. Pero curiosamente, somos esos que al divisar a lo lejos otro corredor que chapotea charcos, es justo al cruzarnos con él, cuando levantamos la mirada y le saludamos siempre con un gesto de camaradería.
Decimos, pensando..., ahí va otro "loco de los míos"..."mis respetos...".
Y luego, pasa el gilipollas del coche tuneado, aun bajo los efectos del RED BULL mezclado con Dios sabe que cosa, y que camino a casa tiene que ir jodiendo a todo el que se le cruza.
Y ese es el que busca los charcos, y al límite de lo establecido, pasa, salpica, y luego, el muy cabrón, mira por el espejo retrovisor sonriendo mientras le brilla el colmillo.
Son las dos caras de una misma moneda.
Pero me quedo con la imagen del abuelete que hoy, con vientos considerables, lluvia fina pero de la que cala pronto, y una playa consumida por las olas, me saludó al pasar. Un ejemplo de superación. Él, calado hasta los huesos y con sus zapatillas llenas de barro, trotando a su ritmo pero con una sonrisa en los labios, supo llenarme la mañana y animarme a terminar lo que empecé. Un entreno más.
Gracias amigo. Mis respetos.